4.2.08

·· 6. Confusión Mentes · ESTABLECER

La imperiosa necesidad de oposición a los planteamientos contra natura que rigen el confuso proceso artístico actual, puede conducirnos a establecer una relación de puntos irrenunciables dentro de esta pugna:

A. Que nada de lo que en estas líneas se va a tratar, o se ha tratado ya, está reñido con la comercialización. Sería muy torpe afirmar a estas alturas que la comercialización es el verdadero mal del arte, como tantos grupos alternativos o colectivos marginales vienen argumentando desde hace décadas. El verdadero problema radica en que la mercantilización es abordada de manera irreflexiva y azarosa, no teniendo en cuenta las implicaciones positivas de una inteligente actividad humanista. Al grito de “maricón el último” se actúa sin orden ni concierto y... cae quien cae, y se glorifica a quien se glorifica.

B. Que ampararse solamente en las vías alternativas al sistema no ayuda a paliar el conflicto en su dimensión más amplia. Podemos utilizarlas para zurcir pequeñas roturas específicas o para calmar nuestras conciencias atribuladas, pero lo incuestionable es que proporcionan una base excelente para que la parte corrompida corrobore su razón de ser. Podría decirse que incluso la hacen más fuerte, ayudándole a proyectar unos limites de marginalidad muy definidos. Lo inteligente es trabajar desde dentro; socavar cimientos y personalidades en el propio campo de batalla; machacar piernas, pómulos y cabezas; minar paso a paso rancias fantasías en el cuerpo a cuerpo. Es obvio que el sistema es viejo zorro, sabe bien qué es lo que le conviene, para perpetuarse, y está más que acostumbrado a la brega. No en balde se ha ocupado a través de la historia de estigmatizar credos adversos y posturas enemigas, adjudicándoselos como propios pasado un tiempo prudente.

C. Que el concepto actual de libertad en el arte, tan sutilmente utilizado en provecho de su propia gestión especulativa, es una patraña descomunal, fruto de inquietudes arquetípicas y de necesidades alejadas de la dimensión poética. Un red de engranajes perfectamente lubricada se encarga de manejar los hilos y de trazar los caminos por donde debemos movernos. Los artistas son libres por definición, sí, pero sólo hasta un punto concreto de sus trayectorias. A partir de ahí, les es negado el evolucionar de forma autónoma. Las normas del mercado, en cada momento, ni lo aconsejan ni lo permiten. Y lo más jodido es que esas pautas no son tangibles, dependen de muchos y muy azarosos parámetros; pueden depender incluso hasta del carácter voluble de algunos de sus dulces o agrios promotores. El Sistema preferirá siempre fundar nuevos genios antes de que los ya existentes decidan de motu propio cualquier desvío -en apariencia- poco rentable.

D. Que Internet y las nuevas tecnologías resuelven muy poco de lo que aquí estamos planteando. A nivel generalizado, la Red es un fiel reflejo del desbarajuste de que está compuesta. No hay que perder mucho tiempo en ella para percatarse de que, en cuestiones de arte, no hace sino reproducir los clásicos conceptos y las viejas prerrogativas conservadoras de la vida moderna. Disfrazada de diseño vanguardista y de interactividad a raudales, mona se queda. Lo que no significa que no tengamos que aprovechar al máximo las amplísimas posibilidades que nos ofrece a la hora de transmitir y de reproducir nuevas ideas y nuevas formas de expresión.