2.2.08

·· 9. Confusión Mentes · ENSALZAR

Sostener a la ligera que somos libres de admirar a cualquier figura resulta en primera instancia, cuando menos, una necedad. La situación se complica de manera ostensible cuando intentamos justificar nuestra posición utilizando tesis irreflexivas, precipitadas, automáticas, vehementes, aprendidas o tendenciosas.

El advenimiento exponencial de una ingente cantidad de mentes confusas, por sobrecarga de comodidad, ha acelerado este proceso en los últimos tiempos. Como consecuencia de ello, en el último medio siglo hemos pasado de un régimen intelectualmente activo y en desarrollo permanente a otro de supervivencia cotidiana, aletargado, cerebral y espiritualmente funcionario, debido al influjo devastador del sistema social de bienestar que nos hemos impuesto.

Del mismo modo, resulta una evidencia recurrente, que no inadecuada, manifestar que la suma de la desproporcionada influencia de los medios de comunicación, el bombardeo mediático de tendencias particulares bien posicionadas, el auxilio perseverante de instituciones públicas y privadas y la gestión gremial de una crítica piadosa, orientada por regla general en el tradicional sentido de las agujas del reloj, se ha convertido en la combinación decisiva a la hora de ensalzar colectivamente a ciertos artistas. Sin el insistente apoyo mancomunado de esa efectiva organización, de calado difuso, la obra de muchas estrellas pasaría desapercibida o resultaría apenas relevante. No debe de resultarnos extraña, pues, la sensación de estar viviendo un período desconcertante, en el que quienes en apariencia nos marcan las pautas resulten ser figuras conceptualmente volubles e insubstanciales, medotológicamente dirigidas por ese estamento tangencial superior, con una ideología basada simple y llanamente en la consecución de beneficios terrenales. Lo importante ahora es el puesto, no quien lo ocupa, pese a reverenciar a gente concreta con nombres y apellidos. Quiero decir con ello que, los elegidos en cada circunstancia para liderar o co-liderar escenas, pueden ser relevados de un día para otro... y sus respectivos mundos se alteran apenas un instante y medio, después de haber atendido a la noticia del cambio. Sucede igualmente en ideología política, en filosofía, en religión y, en general, en todas aquellas parcelas de la vida que se nutren de relatividad para explicarse, crecer y desarrollarse.

No así en otro tipo de ámbitos, quizás más escuetos en el plano intelectual, aunque igualmente generadores de pontificados y glorias, donde el que llega a lo más alto lo hace generalmente por méritos propios, sea cual sea la tendencia de los mass media y/o de los estamentos que regulan su actividad específica. En contraste con todo lo expuesto en párrafos anteriores, el admirado en estos otros campos (más neutrales) aporta en todos los casos resultados palpables, argumentos objetivos cuantificables, difícilmente rebatibles por la imparcialidad de unos y otros. Pero sólo en lo tocante a su especialidad u oficio, no nos engañemos. Se da el caso paradójico de que, en cuanto se apartan de lo estrictamente suyo, para navegar en aguas de popularidad difusa, igualmente se deslizan o yerran. Me refiero a campeones que utilizan su tirón mediático para publicitar todo tipo de productos hasta cansarnos, o para opinar en programas de televisión sobre temas a los que, intelectualmente, no les alcanza su coeficiente intelectual; o para escribir libros sobre ellos mismos o poner el nombre a perfumes, productos sin interés que una ingente masa compra a ciegas simplemente por el bombardeo diario. (De lo que se habla a todas horas, eso es lo bueno.) Es en ese punto en donde su popularidad se dispara, convirtiéndose de la noche a la mañana en figuras de notoriedad mundial al mismo tiempo que payasos de feria.

La subjetividad es un ingrediente muy valioso a la hora de la creación, pero no en todos los casos para el resto del proceso del arte, en su conceptualización, su difusión y transmisión... Sucede que, al atender con fe ciega a los datos subjetivos que nos llegan del exterior, “obligándonos” a posicionarnos intelectualmente de forma resolutiva, morimos cada día un poco más. Precisamente porque la mentira del sistema establecido está basada en la publicidad, comercialización y venta de todo lo contrario. Parcialidad interesada, oculta bajo las formas y los condicionantes de una subjetividad especialmente terapéutica.

Reverenciar es consumir; consagrar el rito ancestral de sometimiento al poder. Estricta liturgia de la sumisión.